lunes, 19 de febrero de 2018

Martín Chirino, el arte en sus manos


      
       Nace en Las Palmas de Gran Canarias, el 1 de marzo de 1925. Undécimo de doce hermanos, su padre era jefe de talleres de los astilleros de la Compañía Blandy Brothers, del Puerto de la Luz, donde Chirino tendría el primer contacto con el metal.
     En su adolescencia conocería a Manolo Millares, con el que haría amistad. Por voluntad paterna, trabaja durante un par de años en el mundo de los buques. Realiza varios viajes a la costa africana (Marruecos, Sahara, Senegal…) para aprovisionamiento de los buques, experiencia que se haría presente en su obra. Comienza su aprendizaje escultórico en la academia de Manuel Ramos.
     En 1948 marcha a Madrid, donde, tras una primera intención de cursar Filosofía y Letras, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Durante algunos años completa su formación con su trabajo como ayudante de Manuel Ramos, que se traslada a Madrid.
       En 1952 finaliza sus estudios de Bellas Artes, obteniendo el título de profesor. Al año siguiente viaja a Londres, donde toma clases en la School of Fine Arts; la estancia le permite conocer la escultura contemporánea inglesa. Completa su formación de escultor en talleres privados de forja. Regresa a Las Palmas, donde mantiene una estrecha colaboración con su amigo Manolo Millares.
        En 1980 recibe el Premio Nacional de Artes Plasticas por toda su obra. Cinco años más tarde le sería concedida la Medalla de Oro de Bellas Artes.
     La obra de Chirino se fundamenta en dos principios: el hierro forjado, material mayoritario de sus esculturas; y la espiral, en cuanto símbolo y solución formal recurrente a lo largo de toda su carrera. Ahí se contienen sintetizadas los fundamentos de su trabajo: la noción del plegado y desplegado, el desarrollo horizontal y vertical en el espacio y en la curvatura de un material que en sus manos, y recuperando la tradición de la forja, se hace dúctil. La producción escultórica de Chirino se extiende y agrupa cronológicamente de acuerdo a motivos concretos, cuyo referente se encuentra siempre y en último término en la naturaleza y el mundo real, en los que insiste durante un tiempo prolongado hasta agotar todas sus posibilidades expresivas.

Espiral del viento en las Palmas de Gran Canaria

        Martín Chirino parte del hierro como metal conductor de una obra que busca su máximo potencial expresivo con un mínimo de materia. Sus esculturas, por lo común de grandes dimensiones, responden a un doble impulso: por un lado, el diálogo con el arte primitivo y los materiales y el paisaje nativo de las Islas Canarias, leídos con los ojos de la evocación imaginativa y la memoria de aquél artista adolescente que soñaba con mover el horizonte de su playa; por otro, un poderoso impulso que genera todo tipo de geometrías espaciales, por lo general curvas (espirales), capaces de iluminar el espacio que las rodea y de ser a la vez, para quien las contempla, enigma y revelación.
      El escultor grancanario expone en la galería Marlborough de Madrid desde el 15 de febrero hasta el 28 de marzo una muestra antológica con piezas desde 1952 a 2018. Dice el escultor Martín Chirino, que en marzo cumplirá 93 años, que esta exposición es casi como su vida, una sinfonía de músicas, de piezas que representan un relato diferenciado de sus idas y venidas, y siempre con esa pasión por seguir creando, por moldear la escultura hasta que termina por parecerse a aquello que alguna vez imaginó.


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