La soldabilidad es la aptitud o mayor o menor
dificultad que tiene un metal o aleación para formar uniones soldadas con unas
propiedades tecnológicas de calidad. Podemos distinguir dos grupos:
Metales ferrosos:
Metales ferrosos:
Aceros al carbono. Se sueldan fácilmente cuanto menor
porcentaje de carbono haya; la formación de martensita es un riesgo en los
aceros con alto contenido en carbono. La martensita no sólo es dura y frágil,
sino que su formación procede con un incremento de volumen que impone esfuerzos
adicionales en la estructura. El precalentamiento y, si es posible, el
postcalentamiento son necesarios cuando la formación de martensita o bainita
son inevitables.
Aceros
inoxidables.
Siempre contienen cromo, que forma una película extremadamente densa de Cr2O3.
Se debe evitar su formación. Los aceros austeníticos (que contienen Cr y Ni)
son también soldables, aunque los carburos de cromo formados reducen el nivel
de cromo total en el acero y éste queda sin protección contra la corrosión.
Para evitar esto, el contenido de carbono debe ser muy bajo.
Hierro
fundido. La soldabilidad de
los hierros fundidos varía en gran
medida, pero muchos de ellos se sueldan, especialmente mediante
soldadura por arco. Frecuentemente se emplea un metal de aporte al alto níquel
para estabilizar el grafito. El precalentamiento y el enfriamiento lento
también son útiles.
Metales no ferrosos:
Metales de bajo punto de fusión. El estaño y el plomo se sueldan
fácilmente, a condición de que la entrada de calor se mantenga suficientemente
baja para evitar el sobrecalentamiento. El zinc es uno de los materiales más
difíciles de soldar, porque se oxida fácilmente y también se vaporiza a baja
temperatura (906 ºC).
Aluminio
y magnesio. La mayoría de sus
aleaciones se sueldan fácilmente, particularmente con una envolvente de gas
inerte. De otra manera, la película de óxido debe ser removida con un fundente
poderoso, que a su vez puede requerir eliminarse después de la soldadura para
evitar la corrosión. La humedad (H2O) se debe evitar, ya que
reacciona y produce un óxido que vuelve frágil la unión al causar porosidad.
La alta conductividad térmica y el elevado
calor específico, aunque con un bajo punto de fusión de estas aleaciones,
requieren de una entrada de calor y de precauciones adecuadas contra el
sobrecalentamiento. Debido a las dificultades encontradas con los materiales
endurecidos por precipitación, las aleaciones a menudo son tratadas
térmicamente después de la soldadura o, si esto no es posible, se utiliza un
material de aporte diferente (con frecuencia Al-Si para aleaciones de
aluminio).
Aleaciones
con base de cobre. El
cobre desoxidado se suelda de manera sencilla, especialmente si el material de
aporte contiene fósforo para proporcionar una desoxidación
instantánea. Los latones se
pueden soldar pero las pérdidas de zinc son inevitables; por lo tanto, o el
metal de aporte se enriquece en zinc, o se agrega Al o Si para formar un óxido
que reduzca la evaporación. Los bronces de aluminio no representan problema,
aunque el óxido formado se debe desalojar, igual que con el aluminio puro.
Níquel. Este metal y sus aleaciones de solución
sólida se sueldan fácilmente. Todas las aleaciones de níquel son muy sensibles
incluso a la cantidad más pequeña de azufre, que forma un eutéctico de bajo
punto de fusión y provoca agrietamiento por calor.
Titanio
y zirconio. Las aleaciones
también son soldables, pero una atmósfera inerte es esencial para evitar la
oxidación; por lo tanto, a menudo se encierran en cámaras de soldadura de
atmósfera inerte o se sueldan con un haz de electrones. En la soldadura del
titanio el principal defecto suele ser, como en el aluminio, la presencia de
porosidad debida a los gases que se forman durante la soldadura, sobre todo hidrógeno.
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