Nace
en Las Palmas de Gran Canarias, el 1 de marzo
de 1925. Undécimo de doce hermanos, su padre era jefe de talleres de los
astilleros de la Compañía Blandy Brothers, del Puerto de la Luz, donde Chirino
tendría el primer contacto con el metal.
En su adolescencia conocería a Manolo Millares, con el que haría amistad. Por voluntad paterna, trabaja
durante un par de años en el mundo de los buques. Realiza varios viajes a la
costa africana (Marruecos, Sahara, Senegal…) para aprovisionamiento de los
buques, experiencia que se haría presente en su obra. Comienza su aprendizaje
escultórico en la academia de Manuel Ramos.
En
1948 marcha a Madrid, donde, tras una primera intención de cursar Filosofía y Letras, ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Durante algunos años completa su formación con su trabajo
como ayudante de Manuel Ramos, que se traslada a Madrid.
En
1952 finaliza sus estudios de Bellas Artes, obteniendo el título de profesor.
Al año siguiente viaja a Londres, donde toma clases en la School of Fine Arts;
la estancia le permite conocer la escultura contemporánea inglesa. Completa su formación de escultor en talleres privados de
forja. Regresa a Las Palmas, donde mantiene una estrecha colaboración con su
amigo Manolo Millares.
En 1980 recibe el Premio Nacional de Artes Plasticas por toda su
obra. Cinco años más tarde le sería concedida la Medalla de Oro de Bellas Artes.
La obra de Chirino se fundamenta en dos principios:
el hierro forjado, material mayoritario de sus esculturas; y la espiral, en
cuanto símbolo y solución formal recurrente a lo largo de toda su carrera. Ahí
se contienen sintetizadas los fundamentos de su trabajo: la noción del plegado
y desplegado, el desarrollo horizontal y vertical en el espacio y en la
curvatura de un material que en sus manos, y recuperando la tradición de la
forja, se hace dúctil. La producción escultórica de Chirino se extiende y agrupa
cronológicamente de acuerdo a motivos concretos, cuyo referente se encuentra
siempre y en último término en la naturaleza y el mundo real, en los que
insiste durante un tiempo prolongado hasta agotar todas sus posibilidades
expresivas.
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Espiral del viento en las Palmas de Gran Canaria |
Martín Chirino parte del hierro como metal conductor
de una obra que busca su máximo potencial expresivo con un mínimo de
materia. Sus esculturas, por lo común de grandes dimensiones, responden a
un doble impulso: por un lado, el diálogo con el arte primitivo y los
materiales y el paisaje nativo de las Islas Canarias, leídos con los ojos de la
evocación imaginativa y la memoria de aquél artista adolescente que soñaba con
mover el horizonte de su playa; por otro, un poderoso impulso que genera todo
tipo de geometrías espaciales, por lo general curvas (espirales), capaces de
iluminar el espacio que las rodea y de ser a la vez, para quien las contempla,
enigma y revelación.
El escultor grancanario expone en la galería
Marlborough de Madrid desde el 15 de febrero hasta el 28 de marzo una muestra antológica con piezas desde 1952 a 2018. Dice el escultor Martín Chirino, que en
marzo cumplirá 93 años, que esta exposición es casi como su vida, una sinfonía
de músicas, de piezas que representan un relato diferenciado de sus idas y
venidas, y siempre con esa pasión por seguir creando, por moldear la escultura
hasta que termina por parecerse a aquello que alguna vez imaginó.