Cuando el maestro
forjador Matías Abad hizo la reja modernista de la Catedral de Teruel, al
parecer a partir de una anterior del interior del templo, para culminar la
fachada neomudéjar del arquitecto Pablo Monguió no podría imaginarse que poco
más de un siglo después volvería a lucir en todo su esplendor. Las manos de los
restauradores de la Fundación Santa María de Albarracín han hecho posible que
estos hierros rejuvenezcan y se asemejen a cómo eran en 1910.
Los trabajos de
recuperación han finalizado hace 2 semanas después de dos meses, solucionando
el grave deterioro que sufría la forja como consecuencia de la corrosión y el
óxido causados por la acción del agua, que han llegado a agujerear algunos de
los elementos decorativos de menor grosor.
La intervención está incluida en la actuación
global que se está llevando en las fachadas del principal templo de la ciudad
con cargo al Fondo de Inversiones de Teruel, y que también finalizan esta
semana.
La intervención en la
reja estaba presupuestada en 28.000 euros y desde el pasado mes de julio están
trabajando entre cuatro y cinco restauradores que se han empleado a conciencia
para deshacer a la reja del peso del tiempo que tanto le han perjudicado.
De la estructura de esta
reja destacó el paño principal que tiene dos cuerpos, el central casi del
tamaño de la misma puerta y los dos laterales que amarran el principal hacia
los muros. Con calles repartidas en varios tramos y la decoración vegetal que
preside la reja en el remate.
Entre los hallazgos de
esta intervención están unos hierros más antiguos que el resto y que vienen a
demostrar el reaprovechamiento de una reja anterior, del siglo XV, que se
encontraban en el interior del templo hasta que Matías Abad los cogió como base
para esta reja modernista.
Empezaron eliminando la pintura que
estaba muy degradada, porque con el paso del tiempo se desconcha y pierde
adherencia a la reja y es importante eliminarla para que quede limpia. Se
procedió después a aplicar conversores
de óxido para recuperar el hierro e inhibidores de corrosión, una capa fina
protectora y transparente que evita que el metal siga degradándose. El acabado
de la reja ha cambiado de color, ya que
da el tono negro grafito original del hierro, frente al gris oscuro azulado que
le daba la pintura antióxido aplicada hace algo más de una década.